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DE LOBOS A PERROS.


Lobo Ibérico (Canis lupus signatus)


Desde que tengo uso de razón los perros han sido mi animal preferido. A pesar de vivir en un piso hasta bien entrada mi adolescencia, siempre hubo un can en mi vida. Tener una finca de fin de semana y de veraneo a pocos minutos de la vivienda habitual tuvo grandes ventajas. Sin lugar a dudas fue La época más feliz de mi vida pero ¿No es acaso la niñez el periodo más hermoso para casi todo el mundo?

Conviví aquellos años con todo tipo de animales, domésticos y salvajes. Mis padres poseían conejos, gallinas, patos, gatos e incluso cerdos, a los que no se le podía coger demasiado cariño, pues su existencia era bastante efímera. Las gallinas unos tres años, los conejos unos meses y los cerdos de un San Martín al otro. Todos y cada uno de esos seres vivos terminaban de la misma manera, asesinados y devorados por sus dueños, que antes se habían afanado en cuidarlos con esmero, dedicación e incluso en muchos casos con amor.

No era por lo tanto la mejor de las ideas bautizarlos, pues siempre dolía más presenciar la muerte de un animalillo al que llamabas por su nombre, que darle matarife a la gallina vieja cuando ya no ponía huevos, al conejo gordo o a un cerdo sucio y glotón. No suponía el mismo drama matar a esos seres, que acabar con la vida de Caponata, Manchitas o el bueno de Espinete, un cerdito rosa e inteligente que creció la mitad que sus anónimos compañeros de cuadra. La causa del enanismo afloró el día de su muerte. Al ser despiezado pudimos ver que un enorme parásito había crecido en el intestino de Espinete desde que este era un lechón. Le robó tal cantidad de nutrientes que se quedó en la mitad de tamaño que sus quintos.

A lo que sí que se le ponía nombre, por descontado, eran a los animales de compañía y por lo tanto no comestibles, como gatos y perros. Del mundo felino gozamos de la compañía de Mila. Rescatada del motor del Seat 124 de mi padre fue adoptada de inmediato, para convertirse en el primer gato de una saga que duró varios años. También tuvo el honor de ser el primer felino transgénero que pude conocer, pues cambió de sexo y de nombre varias veces en los años posteriores. Mila pasó a llamarse Milú al poco tiempo, cuando creímos que en realidad era un macho, para ser de nuevo Mila al hichársele la barriga y cambiarse de nuevo de género cuando no dio fruto el presunto embarazo. Posiblemente solo una gordura gatuna.

No recuerdo el nombre de ninguno de sus descendientes , pero de lo que nunca me he olvidado es de todos y cada uno de los perros que desde niño han pasado por mi vida. La primera Linda.

La única imagen que tengo de la perra mestiza es montado en su lomo, por lo que Linda debía de ser un animal enorme, o más bien lo contrario, yo era demasiado pequeño, puede que tuviera unos dos o tres años solamente. El caso es que perdura en mi memoria esa escena, yo agarrado a las crines rizas de color canela del poni improvisado. En Ferradillo, el pueblo de mi madre. Pero ¿Que es lo que hace que los humanos hayamos desarrollado un vínculo tan fuerte con los perros? No sé si la ciencia tiene una respuesta para eso, pero para lo que sí que hay una explicación es para lo contrario, el porqué del amor de ellos hacia nosotros. Un amor obsesivo que ha dado lugar a miles de preciosas historias de fidelidad, algunas llevadas al cine y que de seguro todos conocéis o incluso hayáis vivido. La respuesta es clara:

¡ Nos han domesticado!

Quizás no sea el término más apropiado para describir como estos adorables animales nos conquistaron. Y no hablo del corazón, lo que quiero decir es que se han introducido en nuestras vidas sin que apenas nos hayamos dado cuenta. De primeras se convirtieron en una herramienta de trabajo, para pasar a ser poco menos que unos parásitos en la actualidad, a los que hay que alimentar, cuidar, asear y cortar las uñas. Los acariciamos, cepillamos, damos besos, les hablamos con cariño, sufrimos cuando sufren y lloramos cuando mueren. ¿En qué momento el lobo feroz se coló en nuestras vidas para convertirse en un Ni-ni? La respuesta: hace miles de años.

Se sabe que el perro se separó del lobo unos 40.000 años atrás, (año arriba año abajo) aunque la primera prueba que demuestra la convivencia estrecha con los hombres data de unos 14.000 más o menos. Un enterramiento de un cánido con humanos datado en esa fecha así nos lo muestra. Pero ¿Como comenzó todo?

Se supone que por alguna razón los lobos se acercaron al hombre en algún lugar y fecha imposibles de determinar. Supuestamente y azuzados por el hambre, algunos ejemplares osados debieron hacer de tripas corazón y arriesgar sus vidas para conseguir alguna sobra de la comida de los humanos. Por aquella época los hombres éramos cazadores-recolectores y por supuesto nómadas, por lo que los animales menos miedosos aprendieron a seguirnos. Pero no con el fin de comernos, pues eso seguramente entrañaba demasiado riesgo, debido a que suponíamos un peligro real para cualquier animal salvaje. No éramos especialmente fuertes, pero sí que nuestra inteligencia superaba a la de las demás criaturas, con lo que a muchas manadas les resultó más pragmático vivir de nuestros desperdicios que intentar devorarnos y morir en el intento. Aquí comenzaba la relación de los unos con los otros, probablemente en varios escenarios al mismo tiempo. Relación de dependencia que dura hasta nuestros días.

Recuerdo con una claridad, ahora sí meridiana, a mi segundo perro. Brush, macho, mestizo y semisalvaje. Una perra abandonada había parido en medio del monte, y nosotros, una manada de rapaces asalvajados la descubrimos desde la distancia. En aquellos tiempos las manadas de niños eran algo común, pues solo entre hermanos, primos y demás familia se podía formar un grupo numeroso de forma espontánea. El mío ese día estaba compuesto por algunos primos carnales y unos vecinos de casa y finca, que eran como mi familia, los Zamora. Guajes de todas las edades y tamaños entre los que yo era el más pequeño por un poco en edad y por un mucho en estatura. Sucedió, que decidimos ir en busca de esa perra salvaje para ver a sus cachorrillos. Por algo innato que debíamos tener los niños de aquella época, habíamos adivinado que era muy probable que tuviera una cría amarrada a cada uno de sus diez pezones. O puede que incluso más, quién sabe.

Con un poco de miedo y algunos palos y piedras nos acercamos al cubil, con la intención de robar algún cachorro para quedárnoslo. La madre, muy asustada, tomó la decisión de alejarse y proteger su integridad sin parar de ladrar ni de increpar al ver a esos pequeños ladrones que tenían la intención de arrebatarle lo que más quería. Eran unas criaturitas adorables, por lo que en la cabeza de un niño solo podía caber la idea de atraparlos a todos, sin pensar en las consecuencias para los pobres animales , y sin valorar los palos que nos iban a caer cuando nos presentáramos en casa con media docena de perros(finalmente menos de uno por teta) recién nacidos. No recuerdo la razón, pero alguien decidió no sustraer a ninguno de los pequeños. Quizá mi primo Sendo, el mayor de todos, tuvo más cabeza y la suficiente capacidad de convicción para que hiciéramos lo correcto. Era sin duda nuestro líder y su palabra era ley. Evitamos también los azotes de Manolo, nuestro vecino carpintero y padre de algunos de los presentes, que tenía unas manos como remos y una forma de educar utilizando ambas que era bastante eficaz. Unas semanas más tarde, cuando los cachorros fueron más grandes, el propio Manolo y nuestro líder trajeron a dos pequeños machos jaspeados a los que llamamos Brush y Hasán. Uno se lo quedó mi familia y otro la de mis primos.

Brush creció, jugó y fue nuestro perro durante muchos años. Pasó todo tipo de enfermedades, sin vacuna alguna. Aún recuerdo las postillas del moquillo en su nariz. Tuvo una vida que probablemente no hubiera tenido si no se lo hubiéramos arrebatado a su mamá. Esa “loba” que incluso puede que nos llamara con sus ladridos aquel día para ablandar el corazón de esos humanos ladrones, movida por un instinto que miles de años atrás, cuando sus antepasados eran lobos de los de verdad, no hubiera tenido. No hay duda tampoco, de que los niños de aquella época probablemente hubieran sido devorados ante tal gilipollez y la falta del más mínimo instinto de supervivencia.

Espero que nadie juzgue nuestro comportamiento de 40 años atrás, cuando todos éramos un poco más salvajes, los perros abandonados abundaban y a nadie se le ocurría gastar el dinero en medicinas para sus mascotas. De hecho creo que ni existía la palabra mascota.


¿Lobo o perro? Deje respuesta en comentarios.


Ya sabemos lo que consiguieron los lobos acercándose a nosotros, ¿pero nosotros que ganamos?

Sin lugar a dudas y después de vencer los miedos, los hombres comenzaron a aprovecharse de los superpoderes caninos. Los utilizamos como guardianes, como cazadores y en algún momento dado para hacernos compañía. Todo esto lógicamente fue un proceso lento, en el que los lobos fueron evolucionando y amoldándose a nuestras costumbres. Comenzamos a hacer una selección genética de inmediato. La primera característica buscada probablemente fuera la docilidad, eliminando o desechando a los ejemplares peligrosos. Después de eso trataríamos de aprovecharnos de determinadas habilidades de algunos individuos. Los de mejor olfato para cazar, los más fuertes para defender, los más peludos para climas fríos y los pelones para los cálidos. Así, poco a poco fuimos creando individuos diferentes a sus ancestros salvajes, cada uno para una labor diferente. Ese era el precio que debían de pagar por ser alimentados y vivir en la seguridad de una manada, que aunque de otra especie los cuidaba y apreciaba

Tobías y Betty, por este orden, fueron mis dos siguientes perros. Dos mastines, raza de una clara línea de trabajo. El primero siempre fue un perro complicado. Sacado de un rebaño de ovejas cuando aún era cachorro para vivir en la ciudad, no pudo corregir su comportamiento y se hinchó a morder a diestro y siniestro. En aquella época no era común el oficio de adiestrador y tuvimos que convivir muchos años con ese carácter por no saber revertirlo. Después de un episodio muy grave se optó por el sacrificio, cosa que en estos días seguramente no se hubiera hecho. En este caso, la genética de Tobías no se perpetuó, como la de todos aquellos lobos que mordían la mano de los humanos que intentaban domesticarlos. Betty siempre fue más dócil y cariñosa y vivió con nosotros unos años muy bonitos, aunque su tamaño la hacía respetable ante intrusos, que es para lo que esa raza de perros había sido creada, para mantener a raya a sus antepasados lobunos cuando amenazaban comerse alguna oveja. Murió ya de adulta después de ser envenenada probablemente por accidente. Quizás un cebo con algún tipo de sustancia nociva destinada a las “alimañas” acabó por desgracia en sus fauces. Ese empeño que tenemos por regular el equilibrio biológico que a nosotros nos parece el correcto acabó con un magnífico animal. Me consuela pensar que quizá eso salvó la vida de otros muchos para los cuales iba destinado el señuelo. Por entre medias otros actores pasaron por la familia. Iñaki-Anakin (al que mi padre rebautizó como Ñaco ante la imposibilidad de acordarse de su nombre verdadero) fue un perro pequeño y mestizo rescatado de la perrera para que Betty se sintiera acompañada. Fue el primero de la saga de los Ñaco, todos parecidos en estatura y comportamiento aunque para nada eran familia. Tanto este, como Ñaco II tuvieron unas vidas largas, viviendo el último 17 años en los que fue libre y desarrolló unos conocimientos más propios de un humano que de un can. Una vez la experiencia me demostró que los perros mestizos tienden a ser más inteligentes y sanos que los de raza seleccionada. Leia ( sí, la princesa de Star Wars) no hizo más que corroborar esa teoría de nuevo. Una preciosa hembra de Collie bicolor llegó a casa por casualidad cuando aún Betty y Ñaco I Vivian en ella. Todos estábamos esperando como tontos a que demostrara las habilidades y la sabiduría que se le presumía por ser de la misma raza que la perra más lista de la historia de la televisión, Lassie. Nada más lejos de la realidad. Tampoco es que nos esmeráramos en su educación, pero la cachorrita blanca y marrón no daba para mucho. Fruto de la descendencia cruzada de padres con hijos y hermanos con hermanos durante generaciones, se le notaban unas carencias que a día de hoy nunca vi en ningún otro perro. Por decirlo de alguna manera, no era normal. Estoy seguro que padecía el mal de las monarquías europeas. Aún así era adorable.


Ñaco II ya de adulto con la cabeza asentada.


Una vez que los hombres creamos y seleccionamos a los individuos más dóciles y valiosos y en una época bastante reciente, empezamos a trabajar en otra dirección. Íbamos a acelerar el proceso evolutivo para tener perros de diferente aspecto. Si bien el tamaño y forma de nuestros amigos ya se había separado de sus antecesores salvajes e incluso existían diferencias notables entre unos individuos y otros, lo que vino a continuación acabó por diferenciar los perros de los lobos para siempre. Comenzó la época de la selección estética.

Diseñamos entonces perretes con diferente morfología sólo por el hecho de poseer un ejemplar bonito, o diferente. Así ha sido posible que existan perros tan antagónicos a sus ancestros salvajes que se hace imposible ver los restos del lobo en ellos. Un Chihuahua o un Yorkshire Terrier de apenas 3 kilos de peso, poco nada tienen que ver con un lobo ibérico o incluso con un galgo afgano, un mastín de los pirineos y así un largo etcétera.

Pero los perros han tenido que sufrir algunas contrariedades debido a esta apresurada evolución creada por el hombre. Su salud se ha resentido.

Lucas era el nombre del primer perro que fue enteramente de mi propiedad. Los Labradores Retriever son una de las razas más deseadas en la actualidad, o al menos lo fueron hace algunos años, y en mi ignorancia de juventud tomé una decisión que nunca volveré a tomar. Lo compré en una tienda de mascotas.

Fueron creados inicialmente por y para la caza de aves acuáticas, por lo que sienten debilidad por el líquido elemento. En cada charco, río, arroyo, cubo de agua o mar bravío que Lucas se encontraba se lanzaba. No importaba que fuera verano o invierno. Pasaron después a ser unos excelentes animales de compañía, dóciles, alegres, cariñosos y estéticamente muy llamativos. Y como todo lo que se pone de moda se debe de producir a gran escala, los criadores comenzaron a “fabricar” animales de tal forma que la genética se fue degradando debido a las prisas y la consanguinidad, apareciendo ejemplares más débiles y con más problemas de salud. Problemas que habían comenzado desde el mismo momento de la creación de la raza a partir de unos pocos animales en la península de labrador en Canadá. Originalmente negro ya contaba con patas palmeadas tipo pato (pues el agua era su ambiente de trabajo) cuando los ingleses lo llevaron a su tierra y lo cambiaron de color, del oscuro al amarillo, cruzando una y otra vez ejemplares. Poco a poco la línea se fue unificando a base de unir a los animales más deseados, logrando pedigrí y perdiendo variabilidad genética y salud . Lucas, el amarillo, siempre fue un perro con problemas, sobre todo de tipo inmunitario, pero un animal que me marcó como pocos lo han hecho. Lloré su muerte como si de la de un familiar se tratara, porque al fin y al cabo es lo que era, mi hijo. No es la única raza con problemas, casi todas los tienen. Los perros mestizos tipo Brush, capaces de sobrevivir al moquillo y a demás enfermedades sin vacuna alguna ya no son comunes en las sociedades más desarrolladas.


Lucas disfrutando de un baño.



No sólo han cambiado los lobos en su aspecto físico, también lo han hecho en el mental. No es posible, por ejemplo, adiestrar un cachorro salvaje y de él hacer un animal dócil. En recientes estudios se ha corroborado que el comportamiento de un lobezno y un cachorro de perro está marcado en el mismo momento de su nacimiento. Los lobos tienen tendencia a buscarse la vida desde muy jóvenes, mientras que sus familiares domésticos se acercan al humano aún sin haber sido criados por ellos. Es sabido que un lobo criado con biberón por el hombre puede tener cierta tendencia a ser más manso que uno que ha sido amamantado por su madre loba, el cual jamás se acercará al humano, pero siempre será un animal peligroso y salvaje.

Los 40.000 años de evolución paralela entre perros y hombres han creado un animal completamente dependiente, cosa que ya no se puede revertir a corto plazo. La diferencia es que el lobo ha sido y es un sobreviviente nato. Se han empleado por nuestra parte todos los medios posibles para tratar de exterminarlo, y aún así no se ha conseguido. Se los ha transformado y convertido en una caricatura de ellos mismos llamados perros, los cuales incluso se han utilizado para dicho intento de genocidio, sin éxito, aunque por poco. Pero lo cierto es que un perro poco o nada tiene que hacer en un enfrentamiento directo con su antepasado salvaje. Son estos más fuertes, más listos, más resistentes al frío y al hambre, astutos hasta el punto de que han sido capaces de evitar su desaparición tan deseada por los humanos durante miles y miles de años. Son unos superanimales.

Lula y Shack son mis actuales perros. Una Pastora Alemana de 11 años y un Border Collie de 3. Ambos diferentes, adoptados y con personalidades distintas, la hembra muy lista, el macho más simple, pero los dos adorables, parte de mi familia. Tienen cada cual sus cualidades, pero ninguno podría sobrevivir si un humano que los alimentara, y ninguno podría enfrentarse al lobo, su antepasado salvaje, que aún campa por los alrededores y que a buen seguro los ha observado de cerca en algunas ocasiones, a ellos y a mí, con esa sabiduría y prudencia que les han hecho sobrevivir separados del hombre y a pesar de este.


Lula y Shackleton, mis actuales "lobos"


Deseo que este escrito sea un homenaje a todos los perros de mi vida y al animal salvaje del que descendieron. Por todos nuestros perros y por un lobo vivo.


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