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LA CURIOSA HISTORIA DE UNOS PINGÜINOS EN NORUEGA.



Es sabido por todos, al menos eso creo, que los pingüinos solo se encuentran en el hemisferio sur, aunque eso no sea del todo cierto. La barrera que impide que estos graciosos animalillos cambien de hemisferio no es otra que el ecuador, esa línea imaginaria que divide el planeta en dos y es infranqueable para estas aves. Ahora os preguntaréis:

¿ Cómo una línea imaginaria puede detener las ansias de aventura de los pingüinos más jóvenes e intrépidos? 

Pues porque en realidad no es tan imaginaria.

La cosa es simple, los pingüinos no toleran el agua caliente por lo que las aguas cálidas ecuatoriales impiden que puedan habitar la otra mitad del mundo, salvo una excepción.

La primera vez que vi pingüinos fue en península Valdés unos cuantos años antes de mi viaje Antártico, y os puedo asegurar que hacía un calor en la Patagonia Argentina de mil demonios. Pero el secreto es que en ningún sitio viene escrito que éstas aves no aguanten el calor ambiental, siempre que tengan al lado una agua fresca donde pescar y refrigerar su compacto cuerpecito y pasar la mayor parte de su vida, pues los pingüinos solo pisan tierra de manera prolongada en los periodos de cría. Por lo tanto sí que hay pingüinos donde hace calor, aunque este no les siente bien del todo. Pero ahí no queda la cosa, años más tarde vi pingüinos en Ciudad del Cabo y un año antes en las islas Ballestas de Perú, pingüinos del Cabo y de Humboldt respectivamente, ambos al igual que los Magallánicos llevados hasta allí por corrientes de agua fría procedentes de la Antártida plagadas de alimento.

Pero aún hay más sorpresas, pues otra especie de pingüino habita más al norte aún, tan al norte que por unos pocos kilómetros lo hacen en el otro hemisferio y  en pleno ecuador, esa línea no tan imaginaria que impedía el paso de nuestros amigos, que , eso sí, no es constante como la que vemos dibujada en el mapa si a temperaturas del agua nos referimos.

La corriente de Humboldt nace en las gélidas aguas antárticas, recorre la costa oeste de América del Sur, alimenta y refresca a los pingüinos de las Islas Ballestas de Perú y llega hasta las islas Galápagos en pleno ecuador, traspasando un poco la línea media del mundo y permitiendo que una especie de pingüino, el de Galápagos, pueda sobrevivir en esas latitudes e incluso que algunos de sus individuos sean los únicos pingüinos del hemisferio norte, a excepción de los que viven en cautividad claro está.

Pingüino de Galápagos acicalando su plumaje.


Pero todo esto pudo cambiar y de hecho lo hizo durante más de una década, cuando unos pocos  pingüinos salvajes vivieron en las costas de Noruega gracias a una iniciativa del gobierno de ese país digna de una película de Buñuel.

Fue común en otros tiempos desde que el hombre es hombre y comenzó a domesticar plantas y animales el llevar especímenes de todo tipo allí donde los humanos nos movíamos, ensayando por el método de prueba y error donde estos prosperaban y nos podían servir de ayuda para el tema de no morirnos de hambre. Cuando digo otros tiempos quiero decir que se hizo hasta hace muy poco y que incluso se sigue haciendo a día de hoy, por lo que la biología de este nuestro planeta sufrió y sufre cambios irreversibles. En el marco de esta ideología junto con el siempre esgrimido nacionalismo, el gobierno noruego en los años 20 del siglo pasado ideó un plan genial para aprovechar los recursos que podrían dar ciertas especies nativas de un hemisferio en el otro, un plan ambicioso al tiempo que temerario y estúpido.

Eligieron algunas especies del norte del planeta para colonizar algunas zonas del sur y viceversa. Un problema que tuvieron que resolver fue que Noruega no poseía, ni posee, tierra soberana en la Antártida o islas adyacentes donde poder reintroducir especies propias de su territorio, pero lo que sí tenía eran una importante presencia física con los balleneros que se afanaban en sacar hasta el último litro de aceite de los cuerpones de los cetáceos antárticos en el otro extremo del mundo. El lugar más importante en cuanto a la caza de ballenas se refiere  eran , por esa época, las islas Georgias del Sur, que aunque de dominio británico estaban habitadas casi de continuo por los cazadores nórdicos gracias a los convenios que sus empresas tenían con el gobierno inglés.

El primer intento de reintroducción de una especie foránea fue precisamente en esas islas, donde se llevaron algunos ejemplares de reno en tres oleadas diferentes . En 1911 Carl Larsen soltó los primeros renos, otra suelta se hizo en 1912 y la última en 1925. La primera y la  última prosperaron y se llegaron a formar dos grupos separados físicamente de unos 2600 individuos, produciendo un daño irreparable en la flora y por ende en la fauna local hasta que fueron exterminados en el año 2014. Algunos de esos ejemplares se capturaron con vida para criarlos en cautividad en las Islas Malvinas, por lo que si alguien va de fin de semana por allí seguramente pueda verlos. Pero no fueron estos los primeros mamíferos foráneos que se establecieron, las ratas llegaron mucho antes de forma accidental produciendo estragos en las poblaciones de aves que no estaban preparadas para los ataques que por tierra le asestaban los malditos roedores. En 2015 se dieron por exterminadas estas en una operación mucho más complicada que la de los renos por su reducido tamaño y su elevado índice reproductivo. Aún a día de hoy se hacen rastreos con perros para asegurarse de que no quede ningún ejemplar. 

En sentido contrario se hicieron también algunos trasvases de fauna desde el lejano sur y desde otras zonas más próximas a las tierras noruegas. El plan noruego llevó bueyes almizcleros de Groenlandia a las islas Svalbard, liebres de Noruega a las mismas islas y también intentó llevar lobos marinos y pingüinos a Jam Mayen y Lofoten respectivamente, una locura a todas luces.

Los bueyes se adaptaron bien pero en 1980 el último ejemplar fue abatido, mientras que las liebres aguantaron una treintena de años antes de desaparecer en 1950 sin saberse el motivo claramente, por suerte ninguno de ellos prosperó.

Sin embargo, lo más curioso de esta historia, para mí al menos, fue el tema de los lobos marinos y de los pingüinos, sobre todo estos últimos. 

¿ Alguien se imagina a los pingüinos por las costas europeas?

Pues los hubo.

Antes de eso le dedicaremos unas líneas al tema de los lobos o leones marinos, que es una historia bastante divertida por otro lado. Lars Christensen sería el encargado de transportar a los mamíferos marinos desde las Georgias hasta la isla de Jam Mayen, que se encuentra entre Islandia y las Svalbard. Tenía el encargo de recoger entre 50 y 60 ejemplares jóvenes y de ambos sexos por descontado, imagino que supieran sexar correctamente a los individuos, y llevarlos al norte. El caso es que cuando recogieron el primero y lo embarcaron se dieron cuenta que no era precisamente un pipiolo y decidieron sacarlo de nuevo del barco, cosa que les costó dios y ayuda y fue en ese momento que se dieron cuenta que el manejo de estos bichos no era como el de un rebaño de cabras o de ovejas merinas. Lo vieron tan crudo que desistieron del mandato que tenían por considerarlo poco menos que imposible. Gracias a Dios.

Lobo Marino hembra sesteando en la playa.

Pero la cosa de la fauna no se detuvo ahí, pues años más tarde lo intentaron con los pingüinos. El principal motivo de tan absurdo plan se debía a que pensaban aprovechar sus huevos, aunque seguramente la idea de tener estás simpáticas criaturas en sus dominios también les hacía gracia, ¿ No sería más fácil sacar los huevos de las gallinas como se viene haciendo hasta nuestros días?

El primer viaje fue en 1936, cuando se llevaron 9 pingüinos rey a Noruega, son de buen tamaño y muy coloridos pensarían, pingüino grande huevo grande ande o no ande. Dos parejas las soltaron en Lofoten y otras dos, más un soltero en el norte de Noruega. El problema vino cuando los habitantes de esas zonas vieron a esas criaturas demoníacas, como algunos las llegaron a llamar, pasearse por su jardín. Como casi nadie se había enterado del plan de introducción del pingüino Rey en Noruega lo primero que hicieron fue disparar y luego preguntar. ¿ Y si realmente eran animales venidos del mismo infierno?

Es una reacción bastante normal teniendo en cuenta que esas gentes nunca habían visto un pingüino en su vida y puede que tan siquiera supieran de su existencia.

Dos años más tarde lo intentaron con otras especies soltando 15 individuos de Pingüino del Cabo y otros 15 Macaroni, más pequeños y menos visibles, y un poco más tarde otros 30 individuos de Rockhopper capturados en las isla de Tristán da Cuña. Para que los lugareños no volvieran a asesinar a los pingüinos diabólicos se hizo una campaña publicitaria para informar a las gentes de su llegada y se optó por colocarlos en sitios más aislados. Como en esos tiempos no existían las redes sociales y debido a lo aislado de los lugares de suelta, parece difícil que todo el mundo se enterara de la llegada de los pingüinos, hoy en día con unos tuiteos, unos likes o unos shares todo dios se enteraría incluso los que no gustan del internet lo escucharían por el "parte" de A3, donde sería noticia de destacada seguramente después de la persecución policial y el atraco a la gasolinera por malvados encapuchados de origen extranjero. En esos momentos en el Ártico vivían 4 especies distintas de pingüinos, pues aún había algún ejemplar de los primeros Rey que habían soltado.


Pingüino Papúa en Isla Decepción.


Por suerte y muy a pesar de los pobres pingüinos estos no lograron asentarse del todo, aunque hubo avistamientos hasta al menos 1949 y señales claras de su presencia hasta 1953, por lo tanto se puede decir a ciencia cierta que existieron pingüinos salvajes en el hemisferio norte durante más de una década. 

Se ha especulado mucho del porqué no consiguieron adaptarse a las condiciones del Ártico noruego y varias son las conclusiones, la primera fue el poco material genético presente en los escasos ejemplares y la segunda es que el problema fue que ni  tan siquiera  consiguieron criar, pues está visto que alimentarse y subsistir si que lo hicieron. Se sospecha que los pingüinos precisan de colonias numerosas para poder reproducirse por las observaciones que se han realizado con ejemplares en cautividad y ahí puede estar la clave para que no se produjera una catástrofe medio ambiental como otras muchas que se han producido a lo largo de la historia, pues a pesar de ser unos animales entrañables , su prosperidad seguramente hubiera dañado a otra u otras especies autóctonas hasta un punto que a día de hoy por suerte no conocemos.


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